Sabías que existían, porque no han parado de decírtelo desde que eras pequeño. Los reyes magos que te traían carbón si te portabas mal. Y ahora que los ves, de haberlo sabido, puedo leerte la mente, sé que te hubieras portado peor, que te hubieras hecho más pajas en el baño, que te hubieras comido más pollas en los meaderos de los garitos, que hubieras hecho más perrerías si con ello hubieras conseguido que el trio de maromos formado por Hoyt Kogan, Torsten Ullman y Nils Tatum se hubieran presentado más a menudo en tu casa, completamente desnudos, con sus preciosos cuerpos musculados sucios de carbón, meneando sus espectaculares, largas y macizas pollazas entre las piernas.
En las piernas de cuál de ellos te habrías sentado. En las de Nils el rubito de fuertes biceps, ojos claros, seductor y con su polla en forma de gancho, encapuchada, para agacharte, estirar el gaznate, abrir la boca y tragártela mientras sus huevos acarician tu barbilla. En las de Hoyt, el chavalito guapo de ojos claros y facciones perfectas, el galan al que comerle los dos huevazos bien marcados y al que le cuelgan más que su propio pene sin circuncidar.
O quizá te sientas en las de Torsten, el más travieso, con un rabaco el doble de largo y gordo que el de sus dos colegas de aventuras, con un cipote descapullado y bien marcado, que cuando se agacha en cuclillas es capaz de tocar con la punta del pito la hierba que crece a sus pies. Los tres son uno con la naturaleza. Salen de ella como bellezas espectrales, envueltos en sus túnicas, desnudos como adanes, preparando fuego y leña para traerte el mejor carbón, ese que sabe a gloria cuando te portas como un chico malo.
Y atento si alguna vez te has preguntado por qué el carbón que traen sabe tan dulce…
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