El pasado verano, las paredes del Castillo Kinky Angelo volvieron a llenarse de vida, de chavales guaperas y de mucho sexo. Ni el huerto de la parte trasera del monumento había visto antes unos pepinacos tan largos y ricos colgando de entre las piernas y, en esto, Marcel Gassion y Raphael Nyon son unos entendidos del tema.
La de Raphael está hecha para abrir el apetito de los más tragones. La muy puta no para de crecerle y aunque alcanza los más de veinte centímetros todavía morcillona, el capullo permanece cerrado, invitando a arrodillarse, abrir la boca, sumergirse el cipotón en la boca y despegar el pellejo con los labios.
Los dos van como perretes que buscan dónde mear, rodeando las paredes, tirados por el suelo, completamente desnudos enseñando lo que la naturaleza les ha regalado. Si yo fuera el amo de ese castillo, dejaría pasar dentro a mis mascotas, me arrodillaría entre ellos, les cogería las pollas a manos llenas y se las pajearía hasta que me escupieran toda la leche en la cara, a ver quién gana a ser el más perro.
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