Más peludito de la cintura para abajo que para arriba, a Adrian Kershaw le gusta seducir con su espectacular torso musculado y sus fuertes brazos y piernas. Cuando un tio se tiene que acomodar el paquete, es que guarda algo grande. Mientras los pantaloncitos rosa pálido van resbalando por sus muslos, me relamo al ver su rabo todavía flácido colgando, encapuchado, deseando morderle el pellejo suavemente entre mis labios y estirar antes de dejar crecer esa polla dentro de mi boca.
En apenas unos segundos, el pollón pasa de estado flácido a morcillón, las venas hinchándose, después completamente duro. La piel se retrae y se despega lentamente descubriendo un cipote maestro que todo lo abre, bocas y culos de quienes observan atentamente la forma en la que una buena pirula puede crecer. Un rabo así de grande y potente se merece una foto de cerca, descubriendo cada centímetro.
Tumbado bocabajo en el sofá, agarrándose las nalgas peludas con las manos, ayudando a descubrir el hueco más profundo en el interior de la raja de su culo, con los cojones aplastados entre su cuerpo y el cojín, invita a la fantasía. El contraste entre su torso musculoso y depilado y sus muslos peludetes, es tan bestial que apetece follárselo sin compasión.
Ambidiestro a la hora de cascársela, le gusta obervar el tamaño de su rabo largo mientras se la castiga con una y otra mano a placer, masturbándola de abajo a arriba por completo con la ayuda de tres y a veces cuatro dedos. Recién corrido, me gusta esa cara de cerdo cachondo feliz que pone, esa media sonrisa dibujada en su cara mientras esparce con la mano la lefa que le ha quedado en la base de la polla. De pie, andando de perfil mientras se dirige hacia la ducha, con el pollón todavía duro y colgando con gracia meneándose de lado a lado, está tan rico que apetece limpiarle el sable a bocados.